Chiclayo. Una canción en la voz de Ozzy Osbourne, y un soplido de humo a la ventana, desde donde Lía, la perra de la pensión, me ruega por entrar para jugar.
Intentar empacar una maleta para viajar antes del anochecer a Piura. Pienso en los planes que me rebalsan la cabeza, pensamientos que no son sólo míos, sino también, de un par de amigos más, respecto a otro viaje que haremos juntos, ésta vez al sur.
Mis amigos de la U ya volvieron o están volviendo a sus ciudades de origen, hoy me toca a mí, acabó el ciclo y viene "la parte de juntarse con las familias en ritos de año nuevo y navidad". Me distraigo.
Intento empacar mis cosas, mientras de rato en rato encuentro muñequitos que no veía hace mucho tiempo en mi habitación. Cerrar la maleta y cerrar el cerebro para dejar de pensar. A lo mejor pueda dormir un poco en el bus más allá, en el ocaso.
Los recuerdos de los últimos cuatro meses, recuerdos que son muchos, pero que ahí están, enumerados todos, uno a uno en mi cabeza: "uno: tal, dos: tal, tres: tal...", pensándolos en medio del calor que abochorna, mientras que Osbourne sigue con su loca canción: "Paranoid". Enumerar infinitos recuerdos mientras hay que intentar, también, terminar de empacar.
Ya, empecemos. Recorridos no sospechados y encuentros casuales y transversales. Una urbanización de nombre chévere: "Los Parques", y unas vueltas por ahí, y luego, trepados en un árbol bien arriba en la oscuridad confirmando que nadie mira arriba, que nadie estaba mirándonos, una tos y dos sonrisitas con la llamada de una hermana al teléfono de uno de los dos trepados en el árbol.
La bajada del árbol y la noche por el centro y la llegada hasta el borde del mercado modelo (que es la calle Arica): comer cachangas y champú y sonreír preguntándonos las capitales de varios países del mundo. El regreso del camino hasta la Plazuela Elías Aguirre y luego al atrio de la catedral Santa María donde echados en el atrio mirando el cielo veíamos las guirnaldas, mitad blancas y mitad moradas y las alfombras de flores con el entusiasmo de los cristianos saliendo de la iglesia y nosotros ahí acostados, recordando una pintura de Rafael Sanzio: "la Escuela de Atenas".
Los pucheros y chistes de mexicanos y la búsqueda de un dulce tradicional con nombre de mono rey: king kong y nada que nos animábamos. Terminamos caminando por el cruce de las avenidas Balta y Bolognesi y una procesión delante de nosotros. Nos hemos metido entre los fieles,entre los policías, entre los vestidos de morados, entre las chicas bonitas y entre los vendedores de salchipapas y churros. Nos hemos perdido entre la multitud y aún así, nos hemos encontrado con un amigo conocido, que venía a rezarle al Señor de los Milagros pidiéndole chamba mientras nosotros pedíamos a la señora encargada, más mayonesa para nuestros platitos de plástico.
Caminando por San José de saltitos en saltitos cruzamos la pista de Luis Gonzáles para no hacer tan aburrido el camino y ahí después de varias horas de apagar teléfonos y conversar de la belleza de los antiguos cines de Chiclayo, de esos que tenían una única gran sala: "Parecían de Broadway, varón". ¿Tú crees mi amigo?.
- Sí
Luis Gonzáles con Vicente de la Vega como despedida con un choque de puños y el apunte inmediato y con bastante borrones al reverso de un pasaje interprovincial ya pasado. El apunte necesario: "El Señor de los Milagros desborda creencias y toma avenidas enteras".
- ¿Acaso, no te gusta este olorcito a mirra de la procesión?
- Sí,al igual que las creencias latinoamericanas: "lo que importa es el corazón".
El viaje a ese caserío fatal -lejísimos- con el sol quemándome el pescuezo lleno de tierra y de gruñidos de chanchos. Bien lejos, más allá de Olmos, más allá, más allá. ¡Carajo! cómo me lamentaba al regreso con el cuello torcido y nunca derecho en los asientos incómodos de regreso de Olmos, y yo recordando a mi viejito: "los varones no se quejan" (ay sí, ay sí). Volver a Chiclayo otra vez pensando, en medio de la noche que siempre me tienta a pensar demasiado mirando los escritos garabateados en restaurantes frente a plazuelas: escribir es como la última revancha.
Silbando canciones legales recordando algunas palabras secas con el pescuezo mojado de sudor y de recuerdos de chanchos, la sentencia de la arquitecta dueña del taller y su sonrisita diciéndome a mí y a otro chico "que nuestra frescura le impacta", y yo recapacitando -luego de dos días- en su frase. Tal vez por eso he estado callado, como mudo mirando como reventaban más la carretera a Pimentel mientras las piedras me salpicaban a la cara, diciéndome esas piedras que deje de pensar: sobarme el pelo pal roche y avanzar, y contar con palitos los pocos momentos tranquilos de las últimas semanas comiendo dulces y frituras por el centro de la ciudad riendo de cosas que ya no recuerdo, como el dejo al hablar de los mexicanos y los planes de viaje a Cusco (ay sí, ay sí).
La maratón que ya está bien y que está corriendo por sí sola y las llamadas de Enrique cada mañana para contarme cosas que a la mitad le entiendo pero que asiento cuando me pregunta si es que se deja entender. El dolor de cabeza bajo el sol... y las piedras, las piedras salpicándome a la cara. La llamada de mamá y su exigencia de venirme a visitar en el fin de semanas más complicado del ciclo y yo no sabiendo decir "no" cuando un amigo me pide que veamos durante dos horas su proyecto e intentemos solucionarlo y yo -claro!- diciendo: "sí puedo". El apuro de cada lunes y jueves por la tarde y en las mañanas de esos días que empiezan con la señora de la pensión tocando la puerta diciendo: "apaga tu luz".
El frío y las bocanadas de humo mientras leo un libro azul impreso en 1963 rogando que cesen los ladridos de perros en cada noche que quisiera solo sentir silencio y zoñas cantando en la cubierta de la casa de papás allá en Piura. "Apaga tu luz". Allá siempre es agradable. Pero falta recorrer más. La entrega de taller se acerca, el examen de Urbano y las exposiciones finales, la compra de una camiseta para pelotear como alumno decente e intentar vender cien tarjetas de parrilladas. La maratón que es la próxima semana y tratar de descansar luego del dos de noviembre cuando las aguas se hayan calmado con las actividades que se presienten en la facultad. Es tensión. Es queja, es sudor frío de intentar "recordar el futuro". Por otra parte... también estoy subiendo a la cima de una montaña después de tiempos, a solas. Es queja, sí escribir más que todo es eso, es desahogar con la finta de que son solo palabreadas escritas a la primera sin ningún borrador a la mano.
La última vez que leí un blog bonito fue sobre uno de arquitectura, pero más allá de eso, era de ciudad. Arquitectura con a minúscula era el blog, ahí decía: "vi de pronto una viga algo forzada, me empieza a doler la úlcera. Confirmado, la viga está forzada; confirmado, me duele la úlcera". ¡Genial ! Cómo puede dañarse lo bonito al final por un feo detalle que irreparablemente finaliza con todo lo hermoso que se creía antes. Así las astillas, los malos encuentros y las pompas de belleza sólo distraen. Cuando un detalle es un buen detalle, está ahí, es parte del todo, no distrae... No lo sé, la literatura a veces me atrapa más allá, como cuando digo: "ya dejemos la literatura de lado, no forcemos más vigas, no forzemos más historias." No debemos hacerlo. No debemos intentarlo, recuerda las tragedias, recuerda Grecia. Falling in the hall, no forcemos más momentos, decide en ese único momento... si pudieramos darnos cuenta las cosas fatales que pueden orginar los pequeños detalles, nos daríamos cuenta que no existen los pequeños detalles. No estoy triste, estoy demasiado cansado desde hace varios días, no puedo evitarlo, que sé yo, tal vez pueda ayudarme escapádome a un mar, tal vez estrechando una frente con mi puño cerrado, no lo sé... a veces la recuerdo y temo que vuelva. Mi náusea. El recuerdo de cinturas quebradas, pinchos a millones de equinodermos. Las astillas, los malos encuentros, la mala posición de una trama y la mala orientación hacia la creación de situaciones especiales hicieron que fracasara ¡nunca supo medirse los labios! Como cojudos ahí persiguiéndonos. No hay forma, la forma no existe, la forma no es, la forma no existe; la función se antepone al proyecto. La razón antes que los bonitos evangelios. Primero lo Sartriano antes que lo Hemigweyano. Señores, ustedes hubieran visto a la Maga, ella nadaba en los mares, y yo los veía desde pantallas; sí en Beirut, en la lejana tierra de peidras escarpadas hechas montañas, donde andan sueltas las cabras, las velas negras, las tormentas, las mujeres de intenciones chuecas y las niñas heridas por manos amigas. La flauta partida de una mala riña. Cómo pudimos haberlo aguantado tanto miss. Cómo lo hemos aguantado flaca.
Ha
llegado la lluvia cubriendo de frío las noches de tantas ciudades. Nos ha
encontrado empapados, sentados en parques desiertos, reposando entre agua y un
poco de barro.
Una
pequeña luz ardiente se resiste a ser prendida, pues bajo la lluvia contenta,
el fuego no cobra vida. Risas excitadas. ¡Qué bien! ¡Qué bien!
Aquí
está la soledad expresada en mojadas calzadas. Nadie en la calle, nadie con
tibio aliento. Somos sombras vecinas del río; caminando solos sin escondernos
del frío. No hay nadie en la calle. Pero aquí estoy otra vez conmigo.
Hoy, la
Piura calurosa, se mojó luego de haber comido tantos panecillos con tanta
quinua caliente
Gé + Ká = Greystocke es elverdadero apellido del Targanmani
Gé + ká = A los recuerdos de los insectos de Tarzán.
En días donde lo perdido fue guardado: papelitos finitos y prendedores. Escucho la canción que gracias a ti tuve que aprender a cantar aunque a la hora de la hora, me haya quedado callado en más de la mitad. Me gusta el estilo de berrinche que hace Lydon justo en el momento previo, y como loco dice: Yo tengo una razón ahora, ya la tengo, ya la tengo: bajarme de la cama para pelear. Por mí. "Holiday in the sun". Con los hombros desnudos que al final de la temporada terminan rojos iba a tu encuentro para leer en tus polos la historia de un cerebro, cerebro convertido en vinilos, en casetes, en Cds, en Usb y en todo eso que te da una manita a la hora de juntar y sumar sonidos con sentidos. Números gigantes puestos a mano en hojas sobrias de un solo color entre cuentos y dibujos (y todos sin razón). Insectos que escaparon de unas manos y se alojaron en tu piel y mi curvatura oculta, como de un cuerpo doblado al que han querido demoler. Contigo es la paz y la sangre viene conmigo en los plásticos filudos de los bolsillos. Riendo y disintiendo aunque sea para no perder la costumbre: “Pues tú puedes tener la razón y todo, pero a mí no me parece”. Desechas los bolsillos, volver a la calma, con la menor cantidad de peso sobre el cuerpo por el centro de una ciudad fresca y soleada que atraviesa de lado a lado muchas venas, penas: los caminos de nuestros latidos en sencillo. Apariciones como oasis en los desiertos de Arabia, y en la caliente carretera panamericana, visiones. La paz ahora viene conmigo. Siento.
Me
paralicé, faltaban cinco horas para la entrega final y pasó eso. ¡Me paralicé!
A
las cinco de la mañana ha venido a gritarme a la puerta de la casa, mi chica, gritando: "¡abreeeeeee!" (y yo buscando algún pantalón para bajar a abrir), había cruzado toda la ciudad
para darme un besito y ayudarme a terminar.
Yo
me la pego de malo, de maldito, de renegón, y por eso vino ella, para decirme: “tranquilito”. Hoy a las cinco de la
mañana intentaríamos terminar mi maqueta y mis planos, faltando para la entrega final, cuatro
horas.
Nueve
de la mañana: es hora de la entrega y aún no salgo para la universidad. En donde imprimimos me encuentro con varios amigos recogiendo sus planos y uno que
otro haciendo bromas a los otros (a pesar del momento trágico): “¿y si me ayudan a terminar mis planos aquí?”.
Cerca
de las 9:30 llegó a la facultad y la puerta del salón está cerrada, varios muchachos están
fuera, sólo unos pocos han llegado temprano y están dentro. No estaba en los
planes que nos quedaríamos hasta la tarde, pero siendo las 4:40pm aún estábamos en los pasillos, con caras
inciertas, sin que califiquen todavía a nadie.
Para
matar la tensión recordamos entre los muchachos los juegos de infancia, imitando con la boca el
sonido que hacían las botellas llenas de canicas cuando se atascaban al salir,
o el más extremo juguete hecho con una chapa bien chancada y un hilo que
hacíamos zumbar a toda velocidad lo más cerca posible de nuestras lenguas para ver si
nos la podía cortar.
Y entre estos chistes y recuerdos dos compañeros se han peleado, sucedió así: sin
proponérselo, uno de nosotros ha encontrado en los pasillos un cartón con un dibujo encima, lo
ha mirado, le ha gustado y para no dañarlo le ha dado la vuelta y empezó a
dibujar atrás. Nadie imagino lo que iba a pasar.
De
la nada otro compañero pasa por el pasillo, ve al dibujante y le arrancha el
cartón, y no sólo eso, empezó a dañar con rayones de lapicero el dibujo que el
otro estaba haciendo. “Éste cartón es
mío, no has debido dibujar atrás”.
6:00
de la tarde. Recién es la entrega final. El arquitecto encargado de evaluar
llega y explica la demora con razones que no recuerdo. Nos mandó a la casa y se
encerró a solas con los planos y las maquetas de todos nuestros proyectos del
taller.
Y
así hemos estado, todos juntos, como ningún otro día del ciclo. A pesar de la
tensión propia de una entrega final, hubo buenos ánimos y se sentía la
complicidad de saber que pase lo que pase, ya todo había acabado, era la última
entrega del taller y la última obligación del ciclo. Qué bacán.
Cada
uno tiene su propia historia que contar cada lunes y cada jueves que toca este
curso. Por ejemplo yo: a pesar de no dormir nada en la madrugada, a las cuatro
de la mañana sentí que no podría terminar mi entrega, así que hice una llamada.
Al
otro lado del teléfono mi chica con sonrisitas me decía: “tranquilito”. Una hora después, a las cinco de la mañana me venía
a ver a casa para darme una mano y terminar. A las 8:45 de la mañana en un taxi
dejamos mi maqueta encargada al chófer y le dijimos que no espere frente al lugar donde
imprimimos; imprimí. No me faltaba nada.
Al
salir, el taxi no estaba (ni mi maqueta), mi chica no ha aguantado y ha perdido
los estribos llorando. Minutos después aparecía por la calle el taxista disculpándose avergonzado: "disculpen jovencitos, un policía de tránsito no me dejó estacionar
donde me dejaron, tuve que darme una vuelta”. Subimos juntos y
arrancamos. “A la universidad por favor”.
El
día acabaría sin imaginarlo al ocaso, con todo el taller recién saliendo
de la universidad, y el suspiro de uno que viene atrás: “el camino es lo de menos lo importante es llegar”. No nos dieron
notas. Era el fin definitivo del taller.
Diez
de la noche, decido recordar todo lo sucedido en el día: sorbito de café, plumón negro
fino, y en unas hojas sueltas, el inicio con un primer renglón: “Me paralicé, faltaban cinco horas para la
entrega final y pasó eso. ¡Me paralicé!”
“Desconéctate
del sistema y conecta todo tu interior,
Estado de
emergencia, no hay retroacción.
Conspiración
para la revolución”
(Jacinto
Ataka)
En estos días, me imagino que bastantes patas se van a
juntar en un concierto, en Piura. “NUNCA
FEST I” se llama la vaina. Va a estar bacán. Las bandas que tocan son amigas
y hartos de los integrantes llevan años conociéndose entre todos, a lo largo de
miles de noches sucedidas en distintos puntos de la ciudad y de sus
recuerdos: El parque rojo en Ignacio Merino, El
puente Bolognesi, colgante y celeste, La
Plazuela Merino en el Centro, El colegio La Libertad en la Avenida Grau, Los
"Rocks en el Oeste" (conciertos donde nos amontonábamos frente a la
comisaría de San Martín), El parquecito Quiñones (cañones) en Miraflores, La
banquita chá cerca al malecón, el malecón mismo, el Teatro, los
depas de los Tallanes, la sala de ensayo del Loco Doig, incluso los primeros
conciertos frente al colegio Santa María, los conciertos en el Bloom Moon,
tantos caminos que se han cruzado y que se han mantenido con la gene insistiendo
en no dejar morir “la escena”.
Nombres de algunas bandas piuranas de hace años desde el
2004 al 2009 por ahí. Agressor Punk. Zerez.
JanKenPunk. Demonio Tallán. 1900. Aura Vampiro. Fósil de Buitre. Jacinto Ataka.
Neurofibromatosis. Shokekos SkaPunk. Inhumano. Nosqpunk. Spunktapájaros, Zin
Deztino. Descargue. Nada Eterno. También habían otras ciudades con las que se
mantenía bastante contacto, bandas como Sugloxis y Stolidos de Sullana. Evergreen, Negligencia, La Ganya, Insana, Neosis,
de Tumbes. Éste era el triángulo por aquellas épocas, Sullana, Tumbes, Piura,
las bandas viajaban para mantener la actividad y no perder la costumbre de
hacer conciertos de música independiente. Se hacían, los conciertos en colegios,
en playas, en bares, y en la calle. Actualmente con las redes sociales se ha
permitido que bandas de distintos lugares del país se contacten y viajen
tocando. Ahora también Chiclayo es parte del circuito de este norte. Algunas
bandas se mantienen vigentes, otras desaparecieron y otras se desintegraron
para armar nuevas. Bandas nuevas que surgieron en Piura a partir del 2009 son
Breaking Head, Dezkalibrados, Mantra, Agressive Defloration, entre otras, en
Piura y Homesick, I the Hurt en Tumbes.
A lo largo de años ha habido decenas de bandas, pero es
bastante la gente que se ha mantenido desde siempre ya sea organizando,
tocando, o asistiendo a los eventos, como una manera d evitar que se pierdan
estos eventos culturales y contra-culturales. Se destaca el aguante desde
siempre, de todos los involucrados. Años procurando no dejar morir los
conciertos independientes. “Se descansa, pero no se para”. El sábado 13 de setiembre, me imagino que bastantes patas se van a
juntar en un concierto, en Piura…
“NUNCA
FEST I” se llama
la vaina. Va a estar bacán. Tocan por Piura “Breaking Head”, “Aura Vampiro” y “Demonio
Tallán” (vuelve después de años), “Kódigo Civil” (Chiclayo) y “Conflicto Urbano”
(Lima). NUNCA FEST. Bakano Bar. 13 de setiembre.
La pista carretera a Pimentel
como eje principal. El constante ir y
venir del cuarto a la universidad siempre tan cerca sea de día o sea de noche.
El escape a Pimentel de vez en cuando para guiarnos en el recorrido con las tienditas
hasta la mitad de pintadas con publicidad de cervezas en cada esquina y la
aparición inesperada (aunque te hayas preparado) del mar en algún punto del
vuelo, ya sea a solas o en mancha, más a solas pues la mancha son sólo unas
cuantas personas, de las cuales sólo yo estoy en Pimentel, me he enterado que
Carnero ya regresó de su viaje. El ocaso como favorito si es que hay buenos
presagios y el mismo ocaso como el “más peor” si es que las cosas andan
saliendo siniestras en la U o en los nervios de estar siempre pensando (por qué
vivir?).
La carretera que te regresa con
el ocaso que se ha ido y ha dejado el cielo oscuro con cirros anaranjados. El
regreso de espaldas al mar para aguardar en silencio a veces las situaciones
tensas en la mesa donde comemos cuatro personas los últimos tres años desde que me vine a vivir a
Chiclayo (a la mitad de la carretera entre Chiclayo y Pimentel para ser más
exacto). Igual la convivencia entre todos las salvamos (hay formas que si bien
no son justas, las usamos para limar asperezas entre los de las casas, nos
sobornamos). La salida a la calle por la inquietud de siempre de ir por los mismos caminos
de siempre como buen hombre rutinario. El camino apuradito y tal vez con frío
siguiendo un muro largo rumbo a un barrio peligroso lleno de cuchillos pero
donde por ratos ya soy conocido por quedarme cada vez que vengo al menos dos
minutos.
El parque frío que así le llama
la gente que viene a sentarse acá es a veces la pausa en las mañanas hermosas de
no recordar a nadie, de estar convencido de que uno puede vivir tranquilo a
solas, no como cuando la tristeza o bien me lleva a Pimentel o al cansancio
poco sincero de mirar de cerca el tanque de agua de una urbanización hecha
desde cero hace tres años detrás de la universidad. El tanque lo he dibujado
una vez a colores en una hoja de papel, siempre a solas, como mis mañanas
nubladas doblando una esquina para llegar a sentarme de a pocos a ver los pajaritos rojos
tan gordos como pelotitas. La fumada en una banca de mañana con las piernas
cruzadas y la cara encapuchada, el mantenimiento de una causa, de una lucha
verdadera, hay que resistirse, hay que mantener las brasas, una vez que se
apaguen el camino puede hacerse más frío. La chamusqueada de pellejos en el
pecho marcan la identidad, hay que aguantarlo todo.
Hoy es otra vez jueves, he estado callado, sin ganas de hablar, no quería que amaneciera pero bueno. Hoy es un día de esos, va a se brutal. Como el recuerdo de tu verdadera identidad cuando eres otro, cuando eras otra. La terminación final es la suerte, todo va a salir bien, o al menos, lo que viene siempre es inevitable. El recuerdo de las citas pasadas de Julio Cortázar y de una loca que se agachaba ante él (y le chupaba debajo tal vez de un puente de mala suerte).
Dos: cuando pisé por primera vez la Náusea, ésta apareció en forma de papel hecho añicos y de babas de gatos por los dedos que bien pueden llegar hasta sus gargantas para salvarlos de algún hueso filoso atorado, el ronroneo acompñando cada paso, en falso o en zanco -pero paso al fin. El gato siempre acompañaba hasta que una vez llegó con la oreja rota y colgando en hilos, el pus sentenció la terminación final para él: lo sacrificamos a pesar de haber sido un buen gato lamiéndonos a todos. Pero bueno...
Tercera:
Recuerdo que siempre me henchía de rabia cuando ella no dejaba de apretar y
machucar sin parar tantas teclas en su teléfono, si hasta para lamer -y para chupar-
tenía que hacer sus pausas, y yo como malvado narcisista aprovechando la situación para sacarle en cara el hecho de que nada leía, le sacaba en cara y le recriminaba que todo
era por ella y que aún así, a ella, nada que le interesaba. Y ella seguía mirando sus fucking teclas.
Cuarto. Los amigos que dejé
nunca fueron amigos en el sentido de que algunos nunca son humanos, no ellos;
yo. A solas leía. Jean Paul Sartre que tenía un ojo grande y un ojo chiquito se presentó ante
mí por primera vez en un cuarto de hotel limeño entre colillas de cigarritos hechos de hojitas
bien verdes y con la chica -claro! otra chica- leyéndome las últimas
entrevistas de "algun rockero del año". Para conversar allá en Lima era necesario que nos
levantáramos tan tarde para con ritos de sibaritas conversar sobre la Chicha y
sobre viajes juntos a Islas Ballestas, o ya pues, a Máncora no más. Yo no
entendía muy bien, pero ella sí era bien lista (claro, la otra chica). Le
encantaba que la comparara pues sabía morirse de risa haciéndome creer que yo
manejaba la situación y lo que sucedía era más bien que yo mismo más me
envolvía encima o debajo de la señorita, sudando o rascándome debajo de la
nariz y ella diciendo que ya deje esas manías. Al salir por las mañanas a
comer, a veces, se acordaba de Trujillo y me recriminaba el hecho de que ella
hacía todo por mí y a mí nada que me interesaba, vaya, me parecía tan conocido
ese argumento. Pero otra vez se reía, era de broma, no reclamaba nada, sino más
bien la causa de gracia, de risa, era la cara que yo ponía apenas escuchaba la
palabra: “trujillana”.
Las risas escondidas y la pegada de sentimientos o como hubiera dicho Albert
Camus, "la dislocada" del momento. Los hoteles se abren de mañana?/
no, por qué? / Por nada.
Un besito y la pausa de una cuadra a lo mucho para caminar juntos. El puchero
irónico que significa "rebeldía" en tu boca y mi chasquido de piedra
que significa: "estoy prendido". Un "jajá" mutuo (aunque
por las huevas). Y el recuerdo de manos, de pies, parado, sentada, arriba, abajo, al revés,
antes, después, las manos de niña que en realidad son de hombre y la devorada
de manzanas ahumadas por aliento soplado dentro de una oreja, siempre serán
recordados: uno soplaba, y la otra haciendo callar, era –pues- "la
perfección" man, el equilibrio. Como la pregunta recurrente del arquitecto
Añasco en sus clases bien largas: “¿qué diferencia hay entre equilibrio y reposo?”.
Y la contestada reiterada, siempre por las manos flacas de atrás (y que no son
de flaca): “El reposo es cero fuerzas; el equilibrio puede que sea todo un exceso
de fuerzas y caos pero siempre, al final, suma cero”. Exacto. Pues ¿y por qué
empecé a contar todo el asunto?. Pues no sé, es que ya llevaba días sin hablar
nada, hoy era jueves, no quería que amaneciera pero eso es absurdo, siempre tiene
que amanecer. Así que cuando me he saltado del sillón (que se ha quedado más
cansado que yo) me he metido un súper suspiro que me ha dejado destrabado, o
sea, reseteado, o sea como que -mira!- otra vez es una inyección de palabreada.
“Usted me entiende miss?”
La quinta (o sexta o la que sea): No, no entiendo para qué sirve éste escrito.
Yo algo había leído de Sofía Admunsen, sabes de quién hablo.
- No, no sé de quién hablas. Aunque ahora que lo recuerdo no se llamaba así,
sino Hillde o algo por ahí. Bueno ahí trataba el cuento del conejo y de los
filosófos...
Dicen que todos vivimos plácidamente en un conejo, felices y seguros en él,
resulta que quienes ya nos acostumbramos al mundo feliz y seguro del conejo,
más nos adentramos, y más nos escurrimos entre los pellejos del conejo. Ahora
bien, hay quienes no se acostumbran o al menos quieren saber qué hay más allá
del conejo. Ellos son los filósofos que tratan de subirse a la punta más lejana
del pelo màs largo del conejo para ver algo más allá, saben que existe algo más grande
que el conejo. Hay algo más. Y los filósofos quieren eso, llegar y mirar aunque
sea, por una milésima de segundo, los ojos de ese gran mago que saca una y otra
vez sin parar a un gran conejo desde su sombrero de copa, en un acto de magia sin
parar, ininterrumpido. Algún día se podrá ver al mago. Esta vez el dolor va a terminar diría
el Calamaro cantando, él sí ha de tener, de seguro, la nariz bien chancada con
tanta jalada de polvos y cuentos. Por eso hoy cuando de pronto pude escribir
por fin otro cuento entonces deduje que yo, el conejo, el mago, la muchacha, la
limeña, la trujillana, sólo tienen una cosa en común: el mar. Claro, el mar!
cómo no lo había pensado antes.
Sexta.
El mago metiendo y sacando, una y otra vez, sin
parar, de su mismo bolsillo, un conejo chiquito, tan blanquito y bonito que
provoca apretarle la cabeza y ver cuánto aguanta. Un panameño es el que anda
-con el conejo este- en la playa, cargándolo y dándole vueltas con cuidado para
que no se aburra; tal vez es lo que me ha hecho recordar el cuento este de los filósofos,
el conejo y el sombrero de coca, perdón, de copa… Al
final de la noche con las yemas de los dedos sangrando y con el panameño al
lado me he venido repitiendo una palabra (o dos, o las que sean): "Rapa nui,
Rapa nui". Y pues bueno, me fui. Esta vez regresando de la playa, otras veces es desde un
cerro con nombre de esperanza. Uno nunca sabe, siempre hay que mirar a todos lados, estar alerta. La noche ya cerca y el canto acompasado sobre un nuevo asiento de piedra en algún barrio de tantos
que hay; sin agua, pero aún así, con harto concreto. Sentando viendo y preparando
siempre algún plan medio bravo, la alucinante inquietud constante de ir y
buscar a alguien para decirle en buen cristiano:"querido/querida, he
venido para hacerte la cagada".
- Ay! tú no entiendes, modérate.
- No te
confíes.
(Balbuceos desde una chuequez) (Foto de internet B E I R U T)
- ¿Usted sintió la energía? - Podía entregar mi cuerpo lanzándome al Río Urubamba desde el Huayna Pichu. Es mágico estar ahí.
Fotografía: Carla Core
Enero del 2014 . Cuzco
Ciudad incaica construida hace más de quinientos años bajo el gobierno del Inca Pachacútec y mostrada al mundo en 1912 por el norteamericano Hiran Bingham (sobre quien se basaron para crear a Indiana Jones). Pero Machu Picchu ya había sido descubierta antes por un cusqueño de apellido Lizárraga -que sin roche dejó su firma en uno de los muros de piedra de la ciudadela inca, claro que cuando Bingham vino, años después, borró la marca del cusqueño y llamó a la National Geographic y -bingo- fue un suceso mundial; en este contexto y con pretexto de estudio científicos -los norteamericanos- se llevaron miles de piezas arqueológicas a la Universidad de Yale, a Estados Unidos; y tuvieron que pasar exactamente cien años para que un porcentaje de esas piezas fueran devueltas al Perú (el resto, algún día). Actualmente Machu Picchu es una de las siete maravillas del mundo y es la foto sinónimo de Perú. Carla Core comparte fotos de la ciudadela tomadas en enero del presente.
Resulta que como la mayoría de registros de la cara el arquitecto de Estonia, eran a blanco y negro, no se notaba que tenía la cara como estirada pero bien marcada por cicatrices de quemaduras, y con su pelo blanco al viento libre, por ratos tenía un aire a Andy Wharrol (pero más chato).
Louis Kahn, que es famoso y no tanto a la vez (no como sus colegas Mies y LeCorbu). En un documental acerca de la vida de este genio, el relator narraba: parecía que Kahn con cincuenta años encima, aún no se encontraba a sí mismo. Era un alma nómade. Y cómo nómada, su muerte tuvo que estar a la altura: le dio un paro cardíaco en una estación de buses, y cuando lo encuentran muerto en un baño buscan su identificación y su dirección estaba marcada, borrada por el mismo (tal vez, manías medio chuecas). Nadie conocía al viejo frío y lo mandaron a la morgue como NN, días después lo hallaron: confirmado, era el gran arquitecto Khan. A los once años, Nathaniel Khan quedó huérfano, nadie sabía de su existencia, era una especie de hijo secreto de este arquitecto, Nathaniel lo conoció poco, pero recuerda bien -según dice- sus manos. Nathaniel ya con más de tres décadas encima inicia una búsqueda, quiere encontrar a su padre que murió cuando el tenía once años. No sabía bien quien era, sólo lo vio pocas veces cuando visitaba a su madre (que también era secreta, Kahn tenia ya su esposa e hijas). Y así éste hijo huérfano, va tras sus rastros, buscándolo en personas, lugares y edificios que llevan el sello del arquitecto. Ese es el argumento del documental titulado: "Mi arquitecto" del año 2003.
Galería, LOU KHAN:
Casa Esherick, Pensilvania 1959-1961
Laboratorios Salk, La Jolla California (1959 -1965)
Laboratorios Salk, La Jolla California (1959 -1965)