sábado, 4 de agosto de 2012

Monsefú

Juana por la carretera



El parque principal –capítulo uno de Monsefú- recibe bonito mientras los mensajes a distancia señalaban: no te quedes sólo en la plaza. Dos viajes para una misma llegada. La primera de noche con un regreso de madrugada y la segunda llegada, una de día con su retorno de alborada. El recorrido de la carretera Panamericana.

El volteo justo en el recodo; momento justo de mirar a lo lejos un cerro negro. Asomo de viajes de chamán. El asomo de la bungavilla vívida para pensar en regresar. Madrugada de volteada. “Fueron tantas cosas las que sucedían… si hasta decías que de pronto empezaba a hablar solo”. Mentira.

Las náuseas y la asoleada más tarde para buscar tragarme las palabras y estar |cero-cero| o fifity-fifty con los nervios, como los tés tibios de tilo de Oliveira. La tos. Otro viaje –segundo capítulo: puerta por puerta, iba en Monsefú; metía la cara. Las puertas y las caras desde adentro ensartando agujas en la claridad.

Una parpadeada y la |cionca| del Manu Chao cantando: todo es una mentira, La verdad. Yo me digo ¿qué será?

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