lunes, 13 de enero de 2014

Ilustraciones Veraniegas





domingo, 12 de enero de 2014

Túcume, Lambayeque, Perú

Barro y tierra






Fotos de Chalo Palomino

sábado, 11 de enero de 2014

DESDE LAS AULAS

Qué calor.

Foto de F. Eyzaquirre

Día once de enero del 2014. En dos semanas acaba el ciclo universitario en la Udch.

Son más de tres años con el blog, primero más escribiendo y últimamente más dibujando (eso preocupa: dibujar para disimular la falta de nuevas palabreadas, de nuevos floros, de nuevas convicciones, de nuevos debates. Dibujos para distraer, nada más). Estos últimos días (que coinciden con los primeros del año) con mis compañeros de la FAU andamos cansados, tenemos entregas constantes. Amanecerse cada martes para que nos critiquen los trabajos, viernes entregamos, te cierran la puerta (los que dictan la cátedra), no te dejan entrar, ejercen presión y las reacciones de los alumnos frente a estos últimos días (que a su vez son los primeros) son diferentes, se siente que falta poco, y bueno, al darte cuenta que es viernes que estás medio dormido en clase escuchando la clase y por ahí medio sonámbulo dictan otra sentencia: otra entrega dentro de 19 horas. Ir a tu casa y avanzar con todas tus fuerzas. Y otra vez.

Todos confiados que los viernes se acababa la semana y amaneciendo sábado otra vez con las ojeras y corta y corta y corta y cortando cartones y dedos, ver el azul morado en las primeras horas de la mañanita resoplando un humito y saltar luego al ruedo: “hay que achorarse, no dejarse”. “Sábado que ya ni sé que es sábado”, pienso en la noche. Hoy ha sido un día extraño, levantarse tempranito y seguir pensando en lo que vienen sucediendo en las aulas, la presión y preocupación de todos. Sí, es sábado. Mañana domingo fin de toda la semana y nunca -¡nunca!- dejando de pensar en la misma cosa.

Hoy cuando amaneció sábado, fuimos al campus. Salir rumbo a la universidad con shorts manchados de siliconas y UHU y entrar a la UDCH, ver a mis compañeros dejar maquetas, salir, saludar a los arquitectos, volver a entrar al salón con todos, todos son buenos amigos sin excepción. El calor en los pasillos y el mediodía. Sábado que se nos va, que se nos va. Pasillos, bochorno, y de pronto, Itabashi apareciendo de la nada  paseándose por ahí diciendo: “qué calor” mientras se abanique con las manos y la camisa bien remangada. Las recomendaciones finales de los arquitectos luego de entrar al salón y comentario finales para la entrega del martes. Fin, sábado de tarde. Mañana domingo. Después de la universidad, los chicos han fugado a sus casas a las dos de la tarde…

En casa: “Yo traté de resistirme de no dormir… de no dormir”. Domingo. Final inesperado a velocidad de la luz. Se pasó. Ya no pensaré más en la misma cosa. Al menos en éste párrafo, no.

Domingo. Pensar que siempre, los domingos es un poco más difícil hacer ciertas compras, ciertas transferencias bancarias, movilizarse, etc. (es domingo) hay prever eso. Y calcular lo que viene. Amanecer lunes para la entrega del martes, pensando en la entrega de cerebro de todos estos días. Ya no voy a pensar más en lo mismo.

Y bueno, ya en la noche de un sábado pensando (pues era sábado y era de noche): ”¿cómo sería si pudieras escoger cómo amanecer tu domingo? - ¿cómo sería?”.

Un abrazo y un beso son buen punto de partida.

No claudiques.