miércoles, 22 de octubre de 2014

RECORRIDOS CON EL SEÑOR DE LOS MILAGROS





Ya, empecemos. Recorridos no sospechados y encuentros casuales y transversales. Una urbanización de nombre chévere: "Los Parques", y unas vueltas por ahí, y luego, trepados en un árbol bien arriba en la oscuridad confirmando que nadie mira arriba, que nadie estaba mirándonos, una tos y dos sonrisitas con la llamada de una hermana al teléfono de uno de los dos trepados en el árbol. 

La bajada del árbol y la noche por el centro y la llegada hasta el borde del mercado modelo (que es la calle Arica): comer cachangas y champú y sonreír preguntándonos las capitales de varios países del mundo. El regreso del camino hasta la Plazuela Elías Aguirre y luego al atrio de la catedral Santa María donde echados en el atrio mirando el cielo veíamos las guirnaldas, mitad blancas y mitad moradas y las alfombras de flores con el entusiasmo de los cristianos saliendo de la iglesia y nosotros ahí acostados, recordando una pintura de Rafael Sanzio: "la Escuela de Atenas". 

Los pucheros y chistes de mexicanos y la búsqueda de un dulce tradicional con nombre de mono rey: king kong y nada que nos animábamos. Terminamos caminando por el cruce de las avenidas Balta y Bolognesi y una procesión delante de nosotros. Nos hemos metido entre los fieles,entre los policías, entre los vestidos de morados, entre las chicas bonitas y entre los vendedores de salchipapas y churros. Nos hemos perdido entre la multitud y aún así, nos hemos encontrado con un amigo conocido, que venía a rezarle al Señor de los Milagros pidiéndole chamba mientras nosotros pedíamos a la señora encargada, más mayonesa para nuestros platitos de plástico.

Caminando por San José de saltitos en saltitos cruzamos la pista de Luis Gonzáles para no hacer tan aburrido el camino y ahí después de varias horas de apagar teléfonos y conversar de la belleza de los antiguos cines de Chiclayo, de esos que tenían una única gran sala: "Parecían de Broadway, varón". ¿Tú crees mi amigo?.

- Sí

Luis Gonzáles con Vicente de la Vega como despedida con un choque de puños y el apunte inmediato y con bastante borrones al reverso de un pasaje interprovincial ya pasado. El apunte necesario: "El Señor de los Milagros desborda creencias y toma avenidas enteras".

- ¿Acaso, no te gusta este olorcito a mirra de la procesión?
- Sí,al igual que las creencias latinoamericanas: "lo que importa es el corazón".

Tristeza


El viaje a ese caserío fatal -lejísimos- con el sol quemándome el pescuezo lleno de tierra y de gruñidos de chanchos. Bien lejos, más allá de Olmos, más allá, más allá. ¡Carajo! cómo me lamentaba al regreso con el cuello torcido y nunca derecho en los asientos incómodos de regreso de Olmos, y yo recordando a mi viejito: "los varones no se quejan" (ay sí, ay sí). Volver a Chiclayo otra vez pensando, en medio de la noche que siempre me tienta a pensar demasiado mirando los escritos garabateados en restaurantes frente a plazuelas: escribir es como la última revancha.

Silbando canciones legales recordando algunas palabras secas con el pescuezo mojado de sudor y de recuerdos de chanchos, la sentencia de la arquitecta dueña del taller y su sonrisita diciéndome a mí y a otro chico "que nuestra frescura le impacta", y yo recapacitando -luego de dos días- en su frase. Tal vez por eso he estado callado, como mudo mirando como reventaban más la carretera a Pimentel mientras las piedras me salpicaban a la cara, diciéndome esas piedras que deje de pensar: sobarme el pelo pal roche y avanzar, y contar con palitos los pocos momentos tranquilos de las últimas semanas comiendo dulces y frituras por el centro de la ciudad riendo de cosas que ya no recuerdo, como el dejo al hablar de los mexicanos y los planes de viaje a Cusco (ay sí, ay sí).
La maratón que ya está bien y que está corriendo por sí sola y las llamadas de Enrique cada mañana para contarme cosas que a la mitad le entiendo pero que asiento cuando me pregunta si es que se deja entender. El dolor de cabeza bajo el sol... y las piedras, las piedras salpicándome a la cara. La llamada de mamá y su exigencia de venirme a visitar en el fin de semanas más complicado del ciclo y yo no sabiendo decir "no" cuando un amigo me pide que veamos durante dos horas su proyecto e intentemos solucionarlo y yo -claro!- diciendo: "sí puedo". El apuro de cada lunes y jueves por la tarde y en las mañanas de esos días que empiezan con la señora de la pensión tocando la puerta diciendo: "apaga tu luz".
El frío y las bocanadas de humo mientras leo un libro azul impreso en 1963 rogando que cesen los ladridos de perros en cada noche que quisiera solo sentir silencio y zoñas cantando en la cubierta de la casa de papás allá en Piura. "Apaga tu luz". Allá siempre es agradable. Pero falta recorrer más. La entrega de taller se acerca, el examen de Urbano y las exposiciones finales, la compra de una camiseta para pelotear como alumno decente e intentar vender cien tarjetas de parrilladas. La maratón que es la próxima semana y tratar de descansar luego del dos de noviembre cuando las aguas se hayan calmado con las actividades que se presienten en la facultad. Es tensión. Es queja, es sudor frío de intentar "recordar el futuro". Por otra parte... también estoy subiendo a la cima de una montaña después de tiempos, a solas. Es queja, sí escribir más que todo es eso, es desahogar con la finta de que son solo palabreadas escritas a la primera sin ningún borrador a la mano.
- Apaga tu luz.
- No, no quiero.


martes, 21 de octubre de 2014

ÚH

La última vez que leí un blog bonito fue sobre uno de arquitectura, pero más allá de eso, era de ciudad. Arquitectura con a minúscula era el blog, ahí decía: "vi de pronto una viga algo forzada, me empieza a doler la úlcera. Confirmado, la viga está forzada; confirmado, me duele la úlcera". ¡Genial ! Cómo puede dañarse lo bonito al final por un feo detalle que irreparablemente finaliza con todo lo hermoso que se creía antes. Así las astillas, los malos encuentros y las pompas de belleza sólo distraen. Cuando un detalle es un buen detalle, está ahí, es parte del todo, no distrae... No lo sé, la literatura a veces me atrapa más allá, como cuando digo: "ya dejemos la literatura de lado, no forcemos más vigas, no forzemos más historias." No debemos hacerlo. No debemos intentarlo, recuerda las tragedias, recuerda Grecia. Falling in the hall, no forcemos más momentos, decide en ese único momento... si pudieramos darnos cuenta las cosas fatales que pueden orginar los pequeños detalles, nos daríamos cuenta que no existen los pequeños detalles. No estoy triste, estoy demasiado cansado desde hace varios días, no puedo evitarlo, que sé yo, tal vez pueda ayudarme escapádome a un mar, tal vez estrechando una frente con mi puño cerrado, no lo sé... a veces la recuerdo y temo que vuelva. Mi náusea. El recuerdo de cinturas quebradas, pinchos a millones de equinodermos. Las astillas, los malos encuentros, la mala posición de una trama y la mala orientación hacia la creación de situaciones especiales hicieron que fracasara ¡nunca supo medirse los labios! Como cojudos ahí persiguiéndonos. No hay forma, la forma no existe, la forma no es, la forma no existe; la función se antepone al proyecto. La razón antes que los bonitos evangelios. Primero lo Sartriano antes que lo Hemigweyano. Señores, ustedes hubieran visto a la Maga, ella nadaba en los mares, y yo los veía desde pantallas; sí en Beirut, en la lejana tierra de peidras escarpadas hechas montañas, donde andan sueltas las cabras, las velas negras, las tormentas, las mujeres de intenciones chuecas y las niñas heridas por manos amigas. La flauta partida de una mala riña. Cómo pudimos haberlo aguantado tanto miss. Cómo lo hemos aguantado flaca.