jueves, 18 de junio de 2015

"CONVERSACIONES CON EL DIABLO"




No sé. Hay meses en que escribo mucho y otras veces, no escribo durante años. Ha de ser que a veces estoy más perturbado y necesito de algún modo contar la locura que de pronto aborda mi cerebro. Por ejemplo, hay días en que recuerdo cosas puntuales pero que no sé porqué las recuerdo, como la perdida de dos muñequitos anaranjados en mi infancia, el primero lo dejé olvidado en unas cajitas que antes traían los buses en los brazos de los asientos: dejé ahí mi muñequito para que durmiera mientras viajaba una hora en las faldas de mi mamá.
El otro muñequito lo perdí también antes de los cuatro años, por distraído, entre mil cubos de arena frente a mi calle que se llamaba Huancavelica. También recuerdo los helechos de mi tía Bertha, que si la pobre anciana no se ha muerto, es por esperar que algún día me vuelva a ver, me quería tanto y yo nunca más la he vuelto a ver desde hace 15 años, recuerdo su cariño de darme "cien" de propina para comprarme un marciano, yo la quería harto. También tengo, clavado, el recuerdo de los peces muertos por la lejía que había en el envase donde mi misma tía los metió en medio del apuro de atender la cortadura de mi hermana con un vidrio filoso y la sangre manchando la acequia donde habíamos ido a capturar a los benditos pecesitos.
Recuerdo también clarita, la única vez que he visto llorar a mi papá: cuando se le murió su hermana Tina, estaba desconsolado en un mueble rojo y yo sin saber qué hacer, no me hubiera dejado darle un abrazo. Así -a veces- recuerdos me asaltan sin anestesia cuando me veo único y lejano, ¿desde cuándo me fui?.
Recuerdos como esa buganvilla hermosa que se salía a través de una puerta de madera podrida en una casa abandonada a la vuelta de mi casa cuando tenía seis años y cómo mi padre me esperaba al ocaso a oscuras para que cenemos juntos, no recuerdo en esos años a nadie más, sólo a papá y a mi tía Bertha, con sus patos enormes y cómo me bañaba al sol mientras me rezaba como si fuera en brujería: "tú eres mi papito". Ha pasado tanto tiempo-
Cuando acabé la secundaria, mamá trató de acercarse a mí pero yo ya estaba lejos, y papá ya estaba cansado, era inevitable el irme. Y me fui, sólo para alejarme pues nunca me ha funcionado bien el cerebro, no puedo aguantar ni a dios ni a los humanos, la angustia ahora la he heredado yo vía sanguínea por los Córdova: "yo aguanto todo". Actualmente, prioridad es salvar el tiempo que me queda antes de morirme, tener la esperanza de que algún día ya sin nexos con todos mis humanos queridos ya muertos, me aliviaré dibujando a solas acuarelas de caballos con formas de tantos traumas acumulados entre rezos en arameo al maligno, al único padre de todo:
- "Tú eres mi papito".

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