miércoles, 12 de marzo de 2014

PRONUNCIAMIENTO


Hay que tener una postura. 

Que estando en la etapa decisiva por ser de trance definitorio entre lo que se inició algún día con el sueño de empezar la carrera y afrontar lo que vendrá inevitablemente al conseguir lo que queremos: el desarrollo de nuestras ideas y nuestra colaboración de aportar a la humanidad con más cosas que sólo construcción, creo que es necesario que cojamos la posta sincera de incentivar el desarrollo de la escuela de arquitectura y promocionar al mundo lo que somos y para qué nos formamos, llegar a todos; desde los chicos que se inician hasta los padres que aún no entienden. La defensa de una causa.

Debemos intentar difundir un poco más una curiosidad cultural que esté fuera de los estándares de la televisión y las modas pasajeras que nos hacen consumidores de cualquier producto cada cierto tiempo. Verdades como la lectura, la literatura, la pintura, la escultura, las conversaciones amenas, la relación entre hombres y mujeres, los deseos comunes y siempre la búsqueda de la verdad como principio para poder entender algo. Hay que cuestionarlo todo. “Hay que desarmar para aprender a hacer bien. Pieza por pieza”. Es necesario entender en qué contexto vivimos actualmente, cómo se nos está enseñando la carrera y cuan contentos estamos con ella, además ¿qué se está enseñando fuera de los límites que conocemos de nuestra ciudad y nuestro país? Procurar confirmar que el camino que hemos escogido a la hora de estudiar la carrera es el que deseábamos.

La universidad como centro de la juventud con proyectos para salir a la sociedad y abordar sus problemas, es hoy una competencia desmedida entre títulos de personajes importantes o títulos de ideas científicas que ponen por nombres a nuevas universidades que se siguen abriendo cada día; es necesario e inevitable entonces la pregunta: ¿vale cantidad o calidad? La cuestión no es por el clásico: sacan demasiados profesionales en Perú, lo que ocasionará falta de empleos posteriormente; sino más bien me centro en la decepción que viene luego de pensar en la mala calidad y la falta de respeto a la cultura y buena enseñanza; temo que una carrera que me gusta tanto y que estamos en proceso de adoptarla como forma de vida sea tomada como cualquier cosa, la impotencia es clara al imaginar que me cruzaré luego con muchos arquitectos que nunca prestaron atención a que la arquitectura era algo más que sólo construir o pretender destacar por hacer cosas estrafalarias. Adiestrarse en la carrera busca mejorar la calidad de vida de las personas (y todos queremos mejorar) pero el ciudadano típico aún tiene miedo a recurrir a un arquitecto, teniendo incluso, la idea preconcebida que el diseño arquitectónico sólo es posible para una élite que pueda pagar un presupuesto alto y ejecutar una obra de lujo. Nada más falso.

La arquitectura no sólo se da construyendo, también se refuerza, se potencializa y se cristaliza gracias a otros medios: las conversaciones y el debate, los diálogos sinceros entre estudiantes y las enseñanzas que podamos aprovechar de quienes han venido antes que nosotros. La arquitectura para quienes estudiamos la carrera es –lastimosamente- uno de los últimos temas que tocamos en nuestros pasillos. Después de años, a algunos aún nos queda ese mal sabor a que todo suena a obligación, obligación de amanecidas, obligación de planos, obligación de cortar cartones y doblarlos, obligación de no dormir, obligación de levantarse para continuar -¿pero acaso no es esto lo que haremos todas las horas del día por el tiempo que nos quede de vida? Poco a poco debemos ir forjando el carácter, al menos ya no nos sorprenden las maquetas rotas por los maestros en nuestras propias caras ni la excitación momentánea de ellos diciéndonos: parece que no quieren hacer nada. Ahora lo que queda en nuestras manos es seguir el camino, adoptar de forma definitiva el respeto por la carrera y considerarla como una entrega desmedida de alguien que pensó tanto para plasmar sus principios y mejorar vidas en unas cuantas líneas; nadie va comentar nada, no lo van a agradecer, no saben cuán difícil ha sido; si yo no defiendo lo que pienso, nadie lo hará, hay que pararse fuerte en la época en que nos ha tocado vivir.


Nos va a tocar escuchar a quienes renieguen de los principios que alguna vez defendimos. Al final, uno escoge el camino, pero las preguntas vuelven cada cierto tiempo, nunca va a parar, la resistencia. El uso de la razón y la esperanza en la humanidad.

(*) Por Pedro Córdova a febrero del 2012 desde la U, desde una escuela de arquitectura donde hacedos años anunció que nos convertíamos en facultad; desde ese día ni pío.

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