viernes, 4 de marzo de 2011

Abuelitos


El martes después de sentir unos labios a los que sólo había visto una vez antes, llegué a la pensión, Diana me recibe a las once de la noche: "Ha muerto mi abuelita". Me deja pasmado, desde ahí supe que serían días de apuros, tensiones y atmósferas tristes, no me equivoqué. Amaneció martes y ya no he visto a la señora Penélope, estará en todo esto del entierro, en ir y venir de acá para allá, en la mañanita le informo a Diana que pasaré todo el día fuera; voy donde Yessi.

Hace mucho calor a las diez de la mañana pero igual llego a la casa de Yess, su abuelito me abre (sus abuelitos aún no mueren, los míos sí). Como sucede siempre, espero largo rato en la sala sin que yessenia aparezca, finalmente llega y nos saludamos entre papeles, calculadoras, lapiceros y operaciones. He venido para salir de la casa de siempre en la pensión y para explicarle unos temas a Yessenia: ya nos están enseñando a sacar presupuestos de obras, así sabemos que el millar de ladrillo artesanal llega a costar 230 soles, mientras que el ladrillo de techo cuesta 1450 nuevos soles el millar, esto es, que cada ladrillo de techo te costará S/1.45. Las horas han avanzado, y con los vasos de agua fresca que le pido constantemente a Yess, el calor ya no va en aumento. Hay que almorzar.

Mientras almorzamos veo a través de la mampara a los animales de Yess (o de sus abuelitos) son dos: un lorito de cabeza roja, gordo y engreído que se llama Matías que como pasa siempre, está al costado de la otra mascota, según creo yo, Matías cree que es el dueño de otro amigo pequeo: un gato, que como buen gato hermoso, anda con raspones y con los ojos medio cerrados recordando como lo han correteado ayer otros gatos. Es increíble, apenas he visto el gato no aguanto las ganas y corro las mamparas y me voy a acariciarle la panza, Domingo (que así se llama el gato) se contenta de que le rasque la panza blanca ¡cómo se sobaba! y justo en este momento en que estoy tan feliz con el gato que también se siente feliz conmigo, pasa que el otro amiguito empieza con la rabia, o al menos con el aclare: "Hey won, ese gato es mío" y Matías empieza a gritar como loco y a saltarme encima para que ya no manosee mas a "su gato". Y ha sido tan alucinante, tan gracioso, que me agarra por sorpresa y no pude actuar como un ser humano frente a dos amiguitos pequeños, sino que molesto me voy a otro lado un poco fastidiado por Marías. Ahora él sabe que le digo en mi mente algo así como: "Quédate con tu gato, igual sé que Domingo también me quiere".


Pero Domingo, se echa, se olvida de que un segundo atrás era yo quién le rascaba la panza, y vuelve a echarse en el piso de cerámico blanco, y Matías vuelve a sobar su pico en la cola y en las orejas raspadas del gato que a esta altura otra vez ya se quedo dormido. Otra vez tengo un impulso desde adentro: "Gato convenido". Cruzo otra vez la mampara. Yesenia dice: "Ya cuéntame Pedro, tú que lo conoces, crees que tu amigo me quiera?".

- "No sé Yessenia... ummmm tienes un gato precioso.
- Ay Pedro! ¿Quieres más apple juice?





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