- En cuanto a que no duermo bien –dijo Traveler, limpiando la navaja en un papel higiénico- vos sabés perfectamente de qué se trata.
- Pongamos que sí. Pero vos también sabés que no hay problema.
- Los problemas -dijo Traveler- son como los calentadores Primus, todo está muy bien hasta que revientan. Yo te diría que en este mundo hay problemas teleológicos. Parece que no existen, como en este momento, y lo que ocurre es que el reloj de la bomba marca las doce del día de mañana. Tic-tac, tic-tac, todo va tan bien. Tic-tac.
- Lo malo –dijo Talita- es que el encargado de darle cuerda al reloj sos vos mismo.
- Mi mano, ratita, está también marcada para las doce de mañana. Entre tanto vivamos y dejemos vivir.
Talita untó el pato con manteca, lo que era un espectáculo denigrante.
- ¿Tenés algo que reprocharme? –dijo, como si le hablará al palmípedo.
- Absolutamente nada en este momento –dijo Traveler-. Mañana a las doce veremos, para prolongar la imagen hasta su desenlace cenital.
- Cómo te parecés a Horacio – dijo Talita-. Es increíble cómo te parecés.
- Tic-tac –dijo Traveler buscando los cigarrillos-. Tic-tac, tic-tac.
- Sí, te parecés –insistió Talita, soltando el pato, que se estrelló en el suelo con un ruido fofo que daba asco-. Él también hubiera dicho: Tic-tac, él también hubiera hablado con figuras todo el tiempo. ¿pero es que me van a dejar tranquila? Te digo a propósito que te parecés a él, para que de una vez por todas nos dejemos de absurdos. No puede ser que todo cambie así con la vuelta de Horacio. Anoche se lo dije, ya no puedo más, ustedes están jugando conmigo, es como un partido de tenis, me golpean de los dos lados, no hay derecho, Manú, no hay derecho.
Traveler la tomó en sus brazos aunque Talita se resistía, y después de poner un pie encima del pato y dar un resbalón que casi los manda al suelo, consiguió dominarla y besarle la punta de la nariz.
- A lo mejor no hay bomba para vos, ratita –dijo, sonriéndole con una expresión que aflojó a Talita, la hizo buscar una postura más cómoda entre sus brazos-. Mirá, no es que yo ande buscando que me caiga un refusilo en la cabeza, pero siento que no debo defenderme con un pararrayos, que tengo que salir con la cabeza al aire hasta que sean las doce de algún día. Solamente después de esa hora, de ese día, me voy a sentir otra vez el mismo. No es por Horacio, amor, no es solamente por Horacio aunque él haya llegado como una especie de mensajero. A lo mejor si no hubiese llegado me habría ocurrido otra cosa parecida. Habría leído algún libro desencadenador, o me habría enamorado de otra mujer... Esos pliegues de la vida, comprendés, esas inesperadas mostraciones de algo que uno no se había sospechado y que de golpe ponen todo en crisis. Tendrías que comprender.
- ¿Pero es que vos creés realmente que él me busca, y que yo...?
- Él no te busca en absoluto –dijo Traveler, soltándola-. A Horacio vos le importás un pito. No te ofendas, sé muy bien lo que valés y siempre estaré celoso de todo el mundo cuando te miran o te hablan. Pero aunque Horacio se tirara un lance con vos, incluso en ese caso, aunque me creas loco yo te repetiría que no le importás, y por lo tanto no tengo que preocuparme. Es otra cosa –dijo Traveler subiendo la voz-. ¡Es malditamente otra cosa, carajo!
- Ah –dijo Talita, recogiendo el pato y limpiándole el pisotón con un trapo de cocina-. Le has hundido las costillas. De manera que es otra cosa. No entiendo nada, pero a lo mejor tenés razón.
- Y si él estuviera aquí –dijo Traveler en voz baja, mirando su cigarrillo- tampoco entendería nada. Pero sabría muy bien que es otra cosa. Increíble, parecería que cuando él se junta con nosotros hay paredes que se caen, montones de cosas que se van al quinto demonio, y de golpe el cielo se pone fabulosamente hermoso, las estrellas se meten en esa panera, uno podría pelarlas y comérselas, ese pato es propiamente el cisne de Lohengrin, y detrás, detrás...
- ¿No molesto? –dijo la señora de Gutusso, asomándose desde el zaguán-. A lo mejor estaban hablando de cosas personales, a mí no me gusta meterme donde no me llaman.
- Valiente –dijo Talita-. Entre nomás, señora, mire qué belleza de animal.
- Una gloria –dijo la señora de Gutusso-. Yo siempre digo que el pato será duro pero tiene su gusto especial.
- Manú le puso un pie encima –dijo Talita-. Va a estar hecho una manteca, se lo juro.
- Póngale la firma –dijo Traveler.
- Valiente –dijo Talita-. Entre nomás, señora, mire qué belleza de animal.
- Una gloria –dijo la señora de Gutusso-. Yo siempre digo que el pato será duro pero tiene su gusto especial.
- Manú le puso un pie encima –dijo Talita-. Va a estar hecho una manteca, se lo juro.
- Póngale la firma –dijo Traveler.
(*) Pedazo de Rayuela de Cortázar
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