-La modista es una estafadora -dijo Gekrepten- ¿Vos te hacés hacer los vestidos por una modista, Talita?
-No -dijo Talita-. Sé un poco de corte y confección.
-Hacés bien, m'hija. Yo esta tarde después del dentista me corro hasta la modista que está a una cuadra y le voy a reclamar una pollera que ya tendría que estar hace ocho días. Me dice: "Ay, señora, con la enfermedad de mi mamá no he podido lo que se dice enhebrar la aguja." Yo le digo: "Pero, señora, yo la pollera la necesito." Me dice: "Créame, lo siento mucho. Una clienta como usted. Pero va a tener que disculpar." Yo le digo: "Con disculpar no se arregla nada, señora. Más le valdría cumplir a tiempo y todos saldríamos gananciosos." Me dice: "Ya que lo toma así, ¿por qué no va de otra modista?" Y yo le digo: "No es que me falten ganas, pero ya que me comprometí con usted más vale que la espere, y eso que me parece una informalidad."
-¿Todo eso te sucedió? -dijo Oliveira.
-Claro -dijo Gekrepten-. ¿No ves que se lo estoy contando a Talita?
-Son dos cosas distintas.
-Ya empezás, vos.
(*) Pedazo de Rayuela de Cortázar
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