"Esa mañana de sol, en una oficina alguien rezaba: es un sueño no resuelto, los humanos queremos volar".
La influencia siempre ha estado -es necesaria- no se inventa una nueva arquitectura cada día, hay que seguir la tradición, no sólo parar mirar atrás y nada más, sino para coger lo mejor y traerlo al presente y al futuro. Sobre eso y otras cuestiones conversábamos jóvenes estudiantes de arquitectura y jóvenes arquitectos en una mañana soleada; conversábamos sobre la escuela paulista y cómo a lo largo de tres generaciones, los arquitectos brasileños han aprendido a dominar la técnica: no volamos, pero no nos obligamos a permanecer en el suelo, la condición ingrávida como contradicción de la materialidad del concreto (*); un principio que se ha hecho recurrente a la hora de pensar y hablar de arquitectura en una oficina chiclayana donde andamos a veces varios y otras veces, muchos más.
La influencia siempre ha estado -es necesaria- no se inventa una nueva arquitectura cada día, hay que seguir la tradición, no sólo parar mirar atrás y nada más, sino para coger lo mejor y traerlo al presente y al futuro. Sobre eso y otras cuestiones conversábamos jóvenes estudiantes de arquitectura y jóvenes arquitectos en una mañana soleada; conversábamos sobre la escuela paulista y cómo a lo largo de tres generaciones, los arquitectos brasileños han aprendido a dominar la técnica: no volamos, pero no nos obligamos a permanecer en el suelo, la condición ingrávida como contradicción de la materialidad del concreto (*); un principio que se ha hecho recurrente a la hora de pensar y hablar de arquitectura en una oficina chiclayana donde andamos a veces varios y otras veces, muchos más.
Cada oficina de arquitectos tiene una metodología particular a la hora de enfrentarse a un proyecto -incluso- desde el momento en que sólo es una idea o una palabra. Ejemplo: calor, sol, campo, casa, escuela, cementerio, agua, luz, sombra, buen-día, mala-zona, etc, siempre habrá una serie de pasos ordenados para "pensar y hacer", herramientas y costumbres que nos permitirán llegar a la materia desde algo que no existía, pues las ideas no se ven pero están dentro de ti esperando la explosión de toda la fuerza de tu pensamiento: hay que tener principios, tienes que saber qué llevas dentro y cómo expresarlo. Los brasileños han aprendido pensando y haciendo; nosotros mientras tanto, en Chiclayo, vamos por nuestro propio camino: aprendiendo a pensar.
Para trabajar en equipo y para dialogar sobre ciudades bellas e instituciones que las enferman, tenemos nuestras propias costumbres; y es que tantas personas trabajando para sacar adelante un mismo proyecto terminan por parecerse las unas a las otras a la hora de pensar: "¿es la realidad, lo que existe o lo que tu ojo cree ver?", "todo tiene su tiempo y su lugar", "todo es un causa y efecto", "es una necesidad humana contribuir a mejorar los sentimientos de las personas; no todo puede ser negocio", "todo tiene su principio y su fin, no te quejes, ¿por qué estás aquí?", "piensa y actúa: hay que ayudarnos", cada oficina tiene pues, sus propias costumbres y principios; sus bebidas heladas y palabras que achicharran: "¡usted no me calla!"; y parte de nuestros principios es la condición ingrávida, una cuestión que hemos hecho nuestra, no por decisión propia; sino, sucedió que en algún momento dado nos dimos cuenta que ya era demasiado tarde, estábamos contagiados, habíamos empezado a volar.
(*) El Museo de Sao Paulo de Lina Bo bardi (en la foto) es un ejemplo claro de ese temor sobrecogedor de no entender cómo es que no se viene abajo algo tan pesado. Por Pedro Córdova. Desde la Av. Grau (ex La Marina) en Chiclayo. Mira aquí en el blog. Fotos flotando: Aquí click!
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