miércoles, 25 de mayo de 2011

Dos


El terror que sentía en medio de la multitud de San José, mi desapego a la escena de una compañía idéntica en Pimentel. Los apegos de negro en las carreteras de astilleros demasiado oscuros, y mi cansancio para tu exaltación de ir por ahí a ver tantos locos. La tristeza del abandono y el recuerdo, "cada día siento menos, pero recuerdo más" (pasta verde de nombre Cortázar). El abandono (también) de los de allá. Mi silencio; mi odio a los malditos que se demoran tanto y la protesta de ellos diciéndome: ¡Hey, bájate!. Los gatos, Bubu alberto, Heredero, Zuki, y la Polita, que tenía los ojos bien feyísimos como dos esmeraldas, piedras en bruto puestas encima. Mis caminos de actitud. Los libros cerrados por la falta de tiempo y tu regreso pues "el contexto no cambia". Vamos, no te duermas, mentira; duerme, eres libre. Los cafés pero que no son como los que están lejos. Alimentos de ratitos y mi carretera al frente que siempre se mantiene caliente. Carreteras donde todos mueren, los amigos, los gorriones, los perritos tiernos. Otra vez los gorriones. El silencio que ha taponeado el movimiento. Cómo creer que antes decía en gurutos que la bulla alimenta las ganas. ¿Qué bulla?. Los chistes se vuelven a contar alrededor de muchahitas que se doblan de risa y han tocado las puertas pasadas vecinas que no nos han asustado, ya lo tenía preparado, "felizmente nos anticipamos". Dreads y pasitos. Más.



sábado, 7 de mayo de 2011

Despacito, ahí.


- No vuelvas -dijo la Maga.

- En fin, no exageremos -dijo Oliveira-. ¿Dónde querés que vaya a dormir? Una cosa son los nudos gordianos y otra el céfiro que sopla en la calle, debe haber cinco bajo cero.

- Va a ser mejor que no vuelvas Horacio -dijo la Maga-. Ahora me resulta fácil decírtelo. Comprendé.

- En fin -dijo Oliveira-. Me parece que nos apuramos a congratularnos por nuestro savoir faire.
- Te tengo tanta lástima, Horacio.

- Ah, eso no. Despacito, ahí.

- Vos sabés que yo a veces veo. Veo tan claro. Pensar que hace una hora se me ocurrió que lo mejor era ir a tirarme al río.

- La desconocida del Sena... Per si vos nadás como un cisne.

- Te tengo lástima -insitió la Maga-. Ahora me doy cuenta. La noche que nos encontramos detrás de Notre-Dame también vi que... Pero no lo quise creer. Llevabas una camisa azul tan preciosa. Fue la primera vez que fuimos junto a un hotel ¿verdad?

- No, pero es igual. Y vos me enseñaste a hablar en glíglico.

- Si te dijera que todo eso lo hice por lástima.

- Vamos -dijo Oliveira, mirándola sobresaltado.

- Esa noche vos corrías peligro. Se veía, era como una sirena a lo lejos... no se puede explicar.

- Mis peligros son sólo metafísicos -dijo Oliveira-. Creeme, a mí no me van a sacar del agua con ganchos. Reventaré de una oclusión intestinal, de la gripe asiática o de un Peugeot 403.

- No sé -dijo la Maga-. Yo pienso a veces en matarme pero veo que no lo voy a hacer. No creas que es solamente por Rocamadour, antes de él era lo mismo. La idea de matarme me hace siempre bien. Pero vos, que no lo pensás... ¿Por qué decís: peligros metafísicos? También hay ríos metafísicos, Horacio. Vos te vas a tirar a uno de esos ríos.

- A lo mejor -dijo Oliveira-. Eso es el Tao.

Rayuela. Cortázar


Sábado siete

En un sábado siete los hombres que quieren parecer interesantes comen a solas y beben aguas heladas. Por ahí...


viernes, 6 de mayo de 2011

Cuentos de Terror

Ayer a las cuatro de la tarde regresaba de buscar por todas partes aunque sea un poco de ganya, pero no ha habido; bueno, al menos esta situación me hizo encontrar a alguien después de mucho tiempo: a Guzmán. Y también después de mucho tiempo he visitado el parque de una gruta, es raro, es una mezcla de todo, por ratos es agradable pero luego repentinamente todo puede volverse oscuro sin que importe la hora.

…”Solía ser tan terrorífico”…

Cuerpos cadavéricos, tal vez infectos de miedo, putas de mechas teñidas y criaturas cochinas que son puro hueso. También hay caras limpias pero sin excepción ya nadie puede controlar el temblor en las piernas ni evitar que las venas se les vean, igual ya todos están en el camino, llegarán al mismo recorrido… de un piurano atardecer.

Muchachitos de dieciséis y viejitos de sesentaitrés, jovencitos robustos de cachetes rosados y estropajos de humanos desdentados; sin embargo en oposición a esta imagen de tragedia el jardín y las flores crecen hermosas por aquí. Padres de familia e hijos que han matado a sus padres, esqueletos que muestran sus brazos con cincuentainueve cortes (me les imagino licuándoles cada vertebra, se les nota tan clarita la purulenta columna vertebral)… Bebitos de ayer y de tres añitos hoy pelotean en redondela mientras papá se ahoga de mierda las venas a la vuelta nomás, esto no es agradable ni bronca style. Esto está mal en verdad. Las ricotonas de ayer son sólo eso, del ayer, ya no seducen, son sólo bullosas con una voz que está que se apaga. Piele cruda sin color, tal vez por meterse tantas crudas de terror, que es así como se llama una forma especial de quemar la base. Pregunto con miedo de hacer notar mi miedo si es que antes he contado el chiste de la lora. Un silencio sepulcral y hasta la puta ex mi rubia bonita escupe chicles para escuchar bien. “¿Cuál es el chiste de la lora?.

“Perdón, ¿dije chiste? Era la historia de la lora”. Y es así como he empezado a contar la historia que leí acerca de un ave acuática sudamericana, esta se llama Guaco, pero para ahorrar explicaciones hablé de una lora salvaje. Y así ha sido que los he tenido como un cuarto de hora contando la historia sin parar. En realidad no sé ni porqué lo hice, pero me nació hacerlo. Les hablaba de una lora y en mi pecho recordaba al Guaco, ave majestuosa que una vez capturado y metido en un gallinero, al día siguiente el mundo amanece sin que se acuerde que era un Guaco. Al amanecer sabe que es un pastor de gallinas, que las ama y las protege. Nunca más será un Guaco…

Los gallos de pelea revolotean cerca de nuestras bancas y de nuestras sombras. Guzmán me comentaba: “una huevada criar gallos. Qué comprarles vitaminas para que ¡blum! Te lo maten en un segundo, hay unos que no llegan ni a los cuarenta segundos”. Hace una pausa y finalmente agrega: “A mí no me gustan esas huevadas, sólo quería comerme a los gallos que se iban muriendo”. No se me hacen raras estas aficiones del amigo que tengo al lado, sé que muere por sesiones que tengan sabor sangriento. Lo que a mí respecta, sonrío de placer al recordar en mi cabeza el filo del acero pinchando una garganta que pronto no será más que gelatina con hígado picadito… de un piurano atardecer.

Sopor, bochorno, modorra, calor, sopor, bochorno, modorra, calor. Tristes, los cuerpos que no tienen otra protección que árboles contra el sol. Están cansados, más aún porque no han parado, pues no hay nada que reanime. Aprovecho un descuido y un segundo de lucidez para irme, aquí no importa la hora, todo puede volverse repentinamente oscuro y no me voy a arriesgar a ello. Y me fui. Y ahora solo, yo me estoy cayendo, cuerpo cadavérico con notorias venas y temblores de piernas.

Me encontraron después de que cayera para siempre. Me han tapado con bolsas negras, de ésas que no son buenas para guardar alimentos. Está muerto.


jueves, 5 de mayo de 2011

5.492

Asediado, perseguido, cazado, apaleado, burlado, desnudado, enmarrocado, despreciado, censurado, olvidado, metido en autos, otra vez burlado, llevado, traído, analizado (de orines), empujado, fotografíado, sellado, ignorado, culpado, acusado, fichado, advertido, despedido e invitado a salir, soltado solito temblando, crayando deshumanizado. Cuerpo raspado, marcado y enrojecido, los lados adoloridos, raspado y uñas latimadas, cry dos.

¿Qué es lo que tú quieres de mí?

No soy el mismo de ayer, vencieron; he tenido terribles pesadillas recordando lo golpeado, he tenido que acabar hasta el último de los golpazos para salir corriendo a la Sipán a las siete de la mañana. Las clases masop, hubo un examen, un receso y salir a caminar por ahí con Kate, al final nos encontramos a Lía.líos y a sus amigos (a Jhony también). Regreso caminando a la pensión; está soleado. Al entrar pido auxilio desesperado: "Señora vaya a ver al periquito recién nacido, parece algo alicaído". Mierda, estoy muy sensible; sin polo y de espalda estrecha y coloreada escribo algunos párrafos con las flojas manos calculando el sabor de leche de soya (me duele el estómago desde hace años pero me voy a hacer cargo yo solo. ("No por favor, no quiero que llamen a nadie"). Voy en pasos altos hasta una salida. Agua fresca, calculando el sabor de la soja. Ay tío, das gusto. ¡Aguanta hombre!.