Superior a mí es la fuerza que me lleva en el pulso que mantengo con la oscuridad que tiñen de oscuro tus ojos negros. ¿Y que me cuentas del tiempo que pasa en tu pestañeo y que me trae por esta calle de amargura y de lamento?.
Que yo sé que la sonrisa que se dibuja en mi cara tiene que ver con la brisa que abanica tu mirada: tan despacio y tan deprisa, tan normal y tan extraño; yo me parto la camisa como camarón.
Tú me rompes las entrañas, me trepas como una araña, bebes del sudor que empaña el cristal de mi habitación. Y después por la mañana despierto y no tengo alas; llevo diez horas durmiendo y mi almohada está empapada, todo había sido un sueño, muy real y muy profundo; tus ojos no tienen dueño porque no son de este mundo.
Que no te quiero mirar... pero es que cierro los ojos y hasta te veo por dentro; te veo en un lado y en otro, en cada foto, en cada espejo y en las paredes del metro y en los ojos de la gente... hasta en la sopa más caliente. Loco yo me estoy volviendo.
Que yo sé que la sonrisa que se dibuja en mi cara tiene que ver con la brisa que abanica tu mirada: tan despacio y tan deprisa, tan normal y tan extraño; yo me parto la camisa como camarón.
Tú me rompes las entrañas, me trepas como una araña, bebes del sudor que empaña el cristal de mi habitación. Y después por la mañana despierto y no tengo alas; llevo diez horas durmiendo y mi almohada está empapada, todo había sido un sueño, muy real y muy profundo; tus ojos no tienen dueño porque no son de este mundo.
Tú me rompes las entrañas, me trepas como una araña, bebes del sudor que empaña el cristal de mi habitación. Y después por la mañana despierto y no tengo alas; llevo diez horas durmiendo y mi almohada está empapada, todo había sido un sueño, muy real y muy profundo; tus ojos no tienen dueño porque no son de este mundo.
Y a veces me confundo y pico a tu vecina (esa del segundo que vende cosa fina)... y a veces te espero en el bar de la esquina con la mirada fija en tu portería y a veces me como de un bocado el mundo y a veces te siento y a veces te tumbo; a veces te leo un beso en los labios y como no me atrevo, me corto y me abro.
Que yo sé que la sonrisa que se dibuja en mi cara tiene que ver con la brisa que abanica tu mirada: tan despacio y tan deprisa, tan normal y tan extraño; yo me parto la camisa como camarón.
Tú me rompes las entrañas, me trepas como una araña, bebes del sudor que empaña el cristal de mi habitación. Y después por la mañana despierto y no tengo alas; llevo diez horas durmiendo y mi almohada está empapada, todo había sido un sueño, muy real y muy profundo; tus ojos no tienen dueño porque no son de este mundo.
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