Somos La Manchurria
“Naides
falte el respeto a los manchurrianos, caracho; pobre del que luaga, porque se
vuelve mi enemigo.” La orden de Alama era cumplida con el mayor celo y sin
titubeos, por sus rivales de profesión.
Llamábase
“Manchurrianos” a una curiosa agrupación de personas, conformada por hombres
notables del lugar, llamados por la gente de clase media “los blancos”; además
se distinguían por sus grandes fiestas y jaranas en conocidas picanterías del
lugar, las cuales duraban dos, tres y hasta cuatro días; también se
incorporaban algunos elementos de la clase media, por ciertos “méritos”
demostrados antes de ingresar al grupo, ya sea tomándose un gran poto de chicha
sin bajarlo, o una botella de anisado.
Cincuenta
personas conformaban la “MANCHURRIA”, teniendo como puntos de sesión, conocidos
chicheríos como: “La Elías”, “La Litano”, “La Chaú”, “La Durand”, “La Picáu de
Plátano” y otros en donde eran muy bienantendidos, debiendo los cholos ante su
presencia, abandonar las mesas para que ellos se sienten, sacarse el sombrero y
saludar amablemente.
-
Diás de Dios niño, comua amanecido blanquito, ¿cómo está patroncito?
Cuando
los “blancos” o “manchurrianos” se encontraban amaqueándose en el alar de su
casa, debían los “cholos” ir solícitos a mecerlos por un buen tiempo, hasta que
el “blanquito duerma” u ordenara que se marchara.
Esos
señores podían meterle un balazo a un peón, como alguna vez sucedió, pero a
decir de los de antaño, nadie los denunciaba por temor, pues en cierta
oportunidad un “manchurriano” llegaba al pueblo de su chacra montado a bestia y
en el camino sorprendió a un cholo cantando:
Quiero
morir y abandonar el mundo
Pa’
no sufrir tanto desconsuelooooo”
El
“blanco” que iba embriagado, de un balazo lo mató diciéndole: “Ya me tienes
cojudo todos los días con la misma tonada, ¿quieres morir?, muérete pues
mierda”.
-
“El blanco cuando roba o mata naides le dice nada, y si el pobre luace lo
siguen como culebraaannn, y lo pudren en la cárcel, ¡mujummmm!, ¡cómo será!,
¡cómo será!”.
Con
algunos de los “manchurrianos”, Floirán era compadre, y se había ganado la
confianza, amistad y el apoyo, pues el “Negro” Alama, era buen amigo y leal,
existiendo un mutuo respeto y estimación. Decían los lugareños: “¡mjummmm,
Alama bien se entiende con los blancoooosss! ¡Cómo seráaaa!”.
Floirán
Alama: El anterior texto es un extracto de la obra “Floirán Alama” del autor
chulucanense Carlos Espinoza León. Obra publicada en 1972, que sigue paso a
paso el periplo del bandolero Floirán Alama por parajes como Chulucanas,
Tambogrande, Motupe y la Encantada.
Cabalgador insigne, pistolero de temer, cholo enamorador sin escrúpulos, jefe
de pandilla burlador de la ley, incansable en la huída o en el asalto. Alama
aparece como un símbolo del bandolerismo aparecido en las tierras piuranas en
las primeras décadas del siglo XX, en una época ya superada por la
civilización. (Luis Ginocchio Feijó).
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