sábado, 30 de junio de 2012

Pedazo de obra de Henri Charriere


“...en este momento me interesa escapar del engranaje, saber si lo inevitable puede tener salida. No sé cuántas veces me he preguntado si habrá ejemplos de condenados a muerte que se hayan librado del engranaje implacable, desaparecido antes de la ejecución, roto el cordón de los agentes. Me he reprochado ahora el no haber prestado suficiente atención a los relatos de ejecuciones. Uno siempre debería interesarse por estos temas. No se sabe nunca lo que puede ocurrir. Como todo el mundo, yo había leído informaciones en los periódicos. Pero existían, sin duda, obras especiales que nunca tuve curiosidad de consultar. Quizá en ellas habría encontrado relatos de evasiones. Me hubiera enterado de que, en un caso por lo menos, las ruedas se habían detenido, de que en su precipitación irresistible, el azar y la posibilidad, por una vez, al menos, habían cambiado alguna cosa. ¡Una sola vez! En cierto sentido, creo que esto me hubiera bastado. Mi corazón habría hecho el resto. Los periódicos hablaban a menudo de una deuda para con la sociedad que, según ellos, era necesario pagar. Pero esto no habla a la imaginación. Lo que interesa es la posibilidad de evasión, un salto fuera del rito implacable, una loca carrera que ofrece todas las posibilidades de esperanza. Naturalmente la esperanza consistía en ser abatido de un balazo en la esquina de una calle, en plena carrera. Pero, bien considerado todo, ese lujo no se me estaba permitido, todo me lo prohibía, el engranaje me enganchaba nuevamente.”


Sábados


Los sábados son días raros: en el descanso a veces no sabemos qué hacer. Cuando era niña mi padre nos sacaba a pasear todos los sábados, era el día de la visita semanal permitida por el juez. Mi papá no tocaba el timbre de la casa: desde el carro nos tocaba el claxón con una señal característica. Si tuviera un claxón ahorita la repetiría, pero ninguna onomatopeya puede reproducir esa sensación ta/ tatatatata/ tatatatata/ tata… Como en los años 60 no había mucho dinero pero si mucha gasolina barata, nos íbamos a diversos sitios de la ciudad: al Puerto del Callao a ver los barcos, al aeropuerto para ver los aviones, al cementerio Presbítero Maestro para pasearnos entre las tumbas de personas importantes mientras mi papá nos explicaba por qué eran importantes esos señores, al Morro de Chorrillos a buscar la tumba de nuestro antecesor Miguel Iglesias, a La Herradura para que nos explique la continuidad de una ola tras otra, y cuando teníamos hambre, cruzábamos toda la ciudad para ir a La Molina, y en el Galax, comprarnos dos paquetes de Charadas.

De mayor seguí yendo todos los sábados a casa de mi padre, incluso cuando me casé con mi esposo de ese entonces, y luego cuando me divorcié, sola de nuevo, con mi niña pequeña que siempre jugaba con los fósiles de la escalera. Cuando llegaba a la 1 pm, más o menos, mi papá nos esperaba en una salita previa al comedor de diario, donde siempre infaltablemente había un trago, generalmente ron con coca-cola, whisky o su preferido y el mío, Fernet Branca con un chorrito de pisco y seven up. Comíamos maní o chizitos, y conversábamos de lo que sucedía durante la semana, de política, de nuevos descubrimientos científicos, o discutíamos de la posmodernidad o de Zizek o de Derrida, a quienes se resistía a leer. Mi padre era un hombre "moderno" en el sentido más ideológico del término, construyó su background durante los años 50, por lo tanto, romper con una serie de paradigmas epistemológicos declarados como científicos –sobre todo después de dedicarse a la antropología– le costó mucho trabajo. Hasta el final estuvo buscando, por ejemplo, las raíces científicas de la ética en el ser humano y por eso ensayó el texto El Primate responsable pues estaba convencido que la solidaridad y el cuidado del grupo formaban parte de nuestra biología. Por eso mismo leía con "fruición" –como él mismo me decía– a Steven Pinker o a Richard Dawkins o a los antropobiólogos que vinculan la cultura desde la raíz misma del bios.

Cuando pasábamos a la mesa, generalmente, mi papá hacía la concesión de hablar de cualquier cosa para que los demás comensales también nos entendieran, le contaba un poco mi semana, siempre asuntos laborales o de salud o de activismo en el que siempre estoy metida. No le contaba asuntos emocionales, personales, ni peleas. ¿Para qué? Si lo necesitaba, sabía que además de ser mi maestro y profesor de todos los sábados, era mi padre y le podía pedir que me diera su pañuelo mientras lloraba mis penas. Pero esos sábados, luego durante el café, nos quedábamos discutiendo horas, peleando incluso, porque él se aposentaba en su espacio de modernidad a toda prueba y me acusaba a mí de posmoderna. Para mi padre la verdad estaba en algún lugar, para mí la verdad es un constructo discursivo. Esas eran nuestras diferencias ahí en la sobremesa de todos los sábados por la tarde durante gran parte de mi vida. Y en esas discusiones, acaloradas incluso, nos encontrábamos más como padre e hija.

Desde hace tres años mis sábados son mustios. Intelectualmente no he encontrado un par como mi padre. Tengo grandes amigos, muy inteligentes, grandes conversadores, preparados, polémicos, incluso con un humor extraordinario con los que puedo hablar horas de horas –el mejor de todos está en París ahorita, y lo extraño como nunca– pero esa relación de maestro-discípula conteniendo la otra de padre-hija, no se va a repetir en mi vida nunca más. Sé que he sido muy privilegiada de tener un padre-maestro como el mío y quizás eso le debo yo a la vida. Es algo que debo devolver con la misma gracia que me fue dada.


Mi padre no vivió conmigo desde que se fue de la casa cuando yo tenía 5 años, pero la verdad, estuvo muy cerca de mí. Quizás lo extrañé mucho cuando iba a hacer la primera comunión y mi tío lo reemplazó para la foto, o cuando me enfermé y me llevaron a la clínica con los riñones a punto de colapsar, o cuando necesitaba que alquien me lea cuentos en la noche. Pero en mi adolescencia y juventud mi padre estuvo al lado de lo más importante en mi vida: el amor al conocimiento.


Ayer tuve un sábado terrible: me sentía extraña, apagada, queriendo dormir, soñé de nuevo las mismas pesadillas de mi infancia, las olas del mar saliendo para ahogarme, la mancha de sangre como huella de la putrefacción, los ladrones que entran a la casa a perseguirme sin que nadie me defienda. Tuve miedo. Lloré dormida. Pero en realidad, todo eso, todo lo malo y negativo y toda esa ansiedad, apenas fueron el abono de este recuerdo. Valieron la pena, quizás…

Creo que me debo algunos sábados diferentes.

Por Rocío Silva Santisteban.


miércoles, 27 de junio de 2012

OEUVRE CONSTRUITE





Instituto de investigación de la antigua ciudad de Arles
Provenza 1938-1995. 
Henri Ciriani Suito. 

Más acerca del proyecto: click aquí


Irracionalidad

Una planta triangular| Lo que un día fue| Es como que en unos años se pueda decir: ¿Henri Ciriani? Nunca existió por aquí. El arquitecto peleando con el mundo contra una remodelación sin su consentimiento.













(*) Fotos del primer trimestre del 2012. Imágenes de http://henriciriani.blogspot.com/2012/03/photos-du-chantier-en-cours.html


domingo, 24 de junio de 2012

Una raya más al tigre

1958. HOTEL DE TURISTAS, Chiclayo (Perú). Crédito fotográfico: Arq. Jorge Cosmópolis.

En la ciudad de Chiclayo, un "edificio emblemático" está siendo drásticamente transformado (entre comillas porque en mi me mente me suena a título de clase de alguna de nuestras escuelas de arquitectura). "Edificio emblemático"- dicen. Estudiantes de arquitectura comentan indignados la situación.

"Qué es mala la remodelación". "Que es (como ya dije antes) un "edificio emblemático"". "Que no cae con el entorno" (y otras cosas más)... y una que otra defensa un poco mal resuelta: "los chilenos algo tienen que ver".

Y?

Curioso. Defendiendo un edificio que ya ha sido terriblemente transformado "antes de". Nos indignamos defendiendo una obra que ya estaba bien arruinada. 

¿Qué es lo que estamos defendiendo en el asunto del Gran Hotel de Turistas? Algo que representa el atropello a las ideas de un arquitecto. El Gran Hotel como lo conocíamos antes de la remodelación que ya se inició, ya no representaba las ideas de su creador el arquitecto Juan Benitez.

Creo que muchos estudiantes no lo recordamos o lo desconocemos. Al gran hotel ya lo habían noqueado desde antes. ¿Defendemos qué? Una raya más al tigre.

Desde 1996 lo conocemos así. Foto de Johann Palacios Mariño

Remodelación planteada por Casa Andina Hoteles. 2011

Por Pedro Córdova.


miércoles, 13 de junio de 2012

De mañana en Chiclayo


Banco


El Inicio del viaje

Le Corbusier, Unité d´habitation, Marselle
1945-52 Kindergarten on the roof of the building.

"Necesitamos un maestro, alguien a quien seguir durante toda la vida, eso es lo que ya no hay ahora. Ya nadie sigue a un buen maestro".

Somos capaces de modificar, de transformar la realidad. El arquitecto es alguien generoso en un mundo egoísta. Esto cree Ciriani que molesto dejó su país a los 26 años y decidió perseguir a su maestro; sabía que dibujando cada uno de sus trazos, visitando cada una de sus obras, el gran maestro iría incorporándose a su sangre, a su ADN. Ese gran maestro que a los 26 años aún no había hecho obra alguna, y que a diferencia de Ciriani, ya regresaba de un largo viaje era Le Corbusier, quien un año después de la llegada del peruano a Francia, se muere. Siete años después de la muerte de Le Corbusier los puntos se unen.

En 1968 París arde. El mismo Ciriani cuenta que se respiraba un aire de cambio, que los viejos se fueron (o los mandaron) a su casa y los muchachos estaban al frente. En este contexto, Ciriani es invitado por el arqutitecto Andres Gomís a dictar un taller de diseño, años más y el francés muere y Ciriani se quedará para siempre en Francia (cuarenta y tantos años después pensaría regresar a su patria).

Cuando el arquitecto Ciriani -después de haber estado alejado 46 años del Perú- entró a mi salón, por desgracia ni le conocía. Pensar que estuvo tan cerca pidiéndonos que le hagamos preguntas y creo -esperando equivocarme- que si hicimos alguna, fue mala. Recuerdo que Ciriani ese día habló de Keith Richards, de cómo la arquitectura abarca todo. Keith Richards cuando sube al escenario gira la mitad de su cuerpo para atrás, ése principio ha sido llevado a la arquitectura, "¿sí saben quién es Keith Richards, no?". Al día siguiente Ciriani hablaba contento sobre sus dibujos en el auditorio de nuestra universidad y bien engafado fue el más fotografiado esa mañana, si hasta me encontré con algunos "piuranos" en la conferencia. Todo un suceso.

Los genios son un poco raros y ya está comprobado que no necesitamos más genios dice el arquitecto Palomino. Ciriani es medio genio y es irrepetible. El arquitecto Chalo nos contó que en una oportunidad durante una entrevista que le hizo, le  preguntó -a Ciriani- sobre el espacio público en  el Perú. Según cuenta, Ciriani se descompuso instantáneamente, se notó -al toque- que entró en una depresión y así, sin más, se fue, "yo sólo veía como  Ciriani desaparecía. Esto le ha de afectar mucho". 

"Fragmentación, individualismo y desesperanza del espacio público en el Perú". Ese es el título que enmarca la cátedra que nos dio ayer el arquitecto Palomino, y hace referencia a la impresión que tiene Enrique Ciriani respecto a la relación hombre-ciudad y ciudad-sociedad en el Perú. Si hasta Ciriani cuenta que hay proyectos suyos esperando una mejor sociedad.

El arquitecto siempre está pensando en unir, en vincular, en ceder, en pensar, en hacer ciudad. Es alguien generoso en un mundo egoísta. La arquitectura es algo de suma responsabilidad, algo que muchos, incluso después de dejar las aulas universitarias, lo olvidan. La arquitectura es responsabilidad porque es un compromiso a nivel ciudad, así se construya una casita, ésta debe ser pensada como un fragmento que pertenece a un gran telar (como los antiguos mantos Paracas), hay que pensar, no de forma particular para el cliente, aparte de ello, pensar en el compromiso con la ciudad, pues la ciudad le pertenece a todos, y la ciudad es la posibilidad de transformar la realidad existente.

Tú tienes que encontrar la forma de expresar toda la fuerza de tu pensamiento. Tiene que haber al menos una obra tuya que hable por sí misma: "esto soy yo". Pues no sólo tiene un objeto la arquitectura, sino también un discurso. Hay que tener principios. Tienes que encontrar toda la fuerza que hay en ti.

Inicia tu viaje.

Por Cördova Gë


jueves, 7 de junio de 2012

"Luz, sombra y penumbra".


El plano quebrado. Buscar el vacío. Darse cuenta: no importa la materia -o tal vez sí- pero nunca de la manera en que sí importa el vacío. A los estudiantes de arquitectura, aún a los que nos dicen que no pensemos en las fachadas o en ideas de "hacer cosas bonitas", aún perseguimos sorprender al mundo, pero la fachada no es; pensar en la materia no sirve. La casa Santillana de Henri Ciriani es un plano quebrado manifiesto. Para el ejercicio del taller, para completar la estructura (que es el plano quebrándose en sí mismo) se le agrega una estructura alterna que terminará por configurar los espacios; ésta estructura  será de columnas "hache" y vigas "i", los tensores son válidos. Hay tres espacios: uno público, otro semi-público y otro privado. Tres tipos de cerramientos: opaco, transparente y traslúcido.

El arquitecto se desenvuelve en tres campos siempre. Tres És.

ESPACIO
ESTRUCTURA
ESTÉTICA (y en ése orden).

Aguanta hombre, aguanta mujer: "si tú vienes a saltar; y acá, saltan a un metro ¡te fregaste! porque tienes que irte a entrenar a otro lado donde sí puedan saltar a un metro y si vienes de nuevo y acá saltan a un metro veinte ¡te fregaste!. Tienes que seguir entrenando, tal vez debas irte adónde sí puedas saltar, tal vez aún no debas estar aquí.

HAY QUE APRENDER A PENSAR DE DENTRO HACIA AFUERA.DESDE EL CEREBRO, PASANDO POR EL CORAZÓN, LLEGANDO A LA MANO, SALIENDO POR EL PRIMER PUNTO DEL LÁPIZ, JUSTO AHÍ DONDE EL PRIMER TRAZO SE RESISTE A SALIR, PERO HAY QUE CONTINUAR. 


(*) Nota: Imagen tomada del blog http://tallerarquitectura2b.blogspot.com/

viernes, 1 de junio de 2012

Conjuros de biblia

"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece".
Jhonny Deep en Perú... ¿o sea?
¿Tendré un vasito de jeréz?
Un buen porte. 
-era-arë-valo-
malegría del
Manu Chao.